El otro día tomaba un café con una gran amiga mía y conversábamos sobre el tema tan recurrente en septiembre de: “Vuelta a la rutina”. Yo le explicaba mi visión sobre este concepto y se lo relacionaba con el hábito de practicar en casa algún tipo de ejercicio relacionado con el Arte.
Muchos de vosotros venís a The Healthy Art Club con el simple deseo de recuperar la calma y la tranquilidad en vuestro día a día. En realidad, en la mayoría de los casos, lo que nos pasa es que hemos dejado de asombrarnos por nuestro día a día. Pues bien, esto es para mi una rutina, un deseo de incorporar en nuestro día a día una nuevo camino de transitar el espacio y el tiempo que tiene nuestra vida, pero con una nueva mirada. Porque las rutinas no están muertas ni apagadas, sino que nos posibilitan, desde su familiaridad, mirar lo cotidiano con ilusión renovada.
Los que me conocéis o habéis asistido a alguno de mis workshops, sabréis que me encanta el compartir con todos vosotros la etimología de las palabras. Creo que se debe a que desde pequeñita mi padre, salmantino de pura cepa y por tanto gran defensor de la lengua castellana, me regalaba de vez en cuando una palabra, a modo de tesoro, que albergaba grandes sorpresas. Desde entonces, me fascina el comenzar una búsqueda sobre la raíz de un concepto. Haced la prueba, es un proceso que nunca os defrauda. Pues bien, si hablamos de la palabra “rutina”, nos llegó a través del francés route. El lector podrá preguntarse cuál puede ser la relación entre un camino y algo establecido. Pues bien, ahí está el quid de la cuestión: un camino se nos hace amigable, cuando lo hacemos nuestro, cuando nos lo personalizamos y lo miramos con nuevos ojos cada vez que lo paseamos.
Una vez que el camino está abierto y es recorrido muchas veces se convierte en una rutina, que se refería, inicialmente, a una ‘ruta muy frecuentada’, pero que hoy ya denota ‘hábito adquirido’, ‘costumbre de hacer las cosas sin necesidad de pensar en ellas’. Sin embargo, y ahí está el quid de la cuestión lo importante es habitar esa rutina, o, lo que es lo mismo, sentirla, abrazarla sin necesidad de pensar en ella. El problema actual radica es que estamos permanentemente bombardeados por nuevos impactos visuales, por novedades infinitas. Pero este estado, lo que nos hace no es otra cosa que perder nuestras raíces. Estamos tan enfocados en el futuro, que nos olvidamos por mirar todas las posibilidades de cambio que conlleva el presente, lo estable.
Pensemos de nuevo en el precioso significado que alberga la palabra hábito: algo que lo lleno con mi presencia, con mi alma.
Hoy os traigo un ejemplo ilustrativo que por supuesto saco de mi escuela principal, la naturaleza: yo a menudo voy a caminar al bosque, tengo la gran suerte de vivir al lado de uno. A veces voy con paso rápido, escuchando un podcast, con mis pensamientos, y es entonces cuando me doy cuenta de que no he dejado espacio para habitar esa rutina de ir al bosque, se ha convertido en una repetición sin alma, sin color. En cambio, cuando voy a caminar al bosque, dentro de un mismo proceso que me da seguridad, apego y tranquilidad, y me dejo llevar por lo que me rodea y lo que yo siento en ese momento (escuchando los pájaros que cantan, o parándome a ver una flor que ha salido), es entonces cuando me permito transitar mis emociones desde dentro. Es entonces cuando salgo renovada de haber vivido una rutina, porque dejo espacio para el dejarme sorprender.
Rutinas por tanto no son ni deberían ser algo peyorativo. Son espacios de ritmo y repetición pero vividas con armonía y transformación. A modo de ejemplo: ¿verdad que aunque te bañes con el mismo flotador siempre, el mar, el agua donde te sumerges nunca es la misma?. Lo importante es cambiar nuestra mirada y nuestra experiencia de una vivencia que, cuando la instalamos en nuestras vidas, nos permitimos que sea especial en cada ocasión.
Te hago, como le hice el otro día a mi amiga, una recomendación a modo de regalo, para que puedas incorporar rutinas bellas y nutritivas en tu día a día: escoge un día a la semana donde te puedas permitir una horita para ti sol@. Ponte una lista de música tranquila y que te sea agradable; creáte o busca un espacio en tu casa que te sea acogedor. Pon algunos detalles como una vela encendida que tenga un olor que te guste. Escoge de internet o de algún libro que tengas por casa, una obra de Arte que te guste mucho mucho. A partir de aquí, puedes escoger un hábito que mejor vaya contigo: puede ser escribir a ese cuadro cómo te hace sentir; o sacar a grandes rasgos aquello que te gusta más con un grafito, o simplemente observarlo durante unos diez minutos con todo detalle, permitiéndote descubrir aspectos que no habías visto. Este es un habíto o una rutina que puedes fácilmente instalar en tu emana y que no requiere de grandes empresas.
En el caso de que hayas asistido a uno de mis cursos, la idea es que uno de los ejercicios que hemos hecho, lo hagas en casa de manera recurrente. Recuerda, no se trata de hacerlo perfecto, sino de instalar un espacio y un tiempo que se salga de lo cotidiano. Cuando somos capaces de poner pinceladas de ritual a nuestro día a día (Encendiendo esa vela, preparando los colores, buscando la obra de arte), es cuando habitamos de manera especial la rutina.